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‘La Vida es Sueño’, o Segismundo elevado (a la máxima potencia)

May 26, 2013

El primer montaje de Helena Pimenta al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico se ha convertido por derecho propio en uno de los acontecimientos teatrales de la temporada en España. Y es que La Vida es Sueño es una obra que ha traído muchas alegrías a esta compañía: si hace unos años presentaron la celebrada versión de Calixto Bieito, esta vez Pimenta ha confiado el rol protagonista a una de las actrices más destacables de la actualidad, Blanca Portillo, que vuelve a hacer diana con un personaje masculino tras su exitosa encarnación de Hamlet, cuatro años atrás.

Y es que todo son lujos, desde el estelar reparto hasta la versión –que firma ni más ni menos que Juan Mayorga-, pasando por la dirección de Pimenta, que es –ya desde hace mucho tiempo- toda una garantía en materia de teatro clásico patrio o extranjero. El resultado, un espectáculo casi sin fisuras.

La propuesta ofrece un Calderón servido desde un punto de vista clásico, sin renunciar a introducir alguna innovación estética de muy buen gusto. La versión de Juan Mayorga sirve al espectáculo sin que el autor busque significarse ni lucirse: es limpia y muy respetuosa con el original –apenas ha retocado el texto-, carente de artificios, de manera que el verso fluye con naturalidad. También el montaje de Pimenta es de una belleza estética admirable. Elegante escenografía de aire barroco –Alejandro Andújar y Esmeralda Díaz-, evocando el palacio del Rey Basilio con pequeños cambios para el resto de los espacios; y preciosista y detallado vestuario –Alejandro Andújar y Carmen Mancebo-, en la línea de la elegancia que caracteriza a esta compañía. Apoya además mucho al montaje la espectacular iluminación de Juan Gómez Cornejo, que ayuda mediante claroscuros a crear impresionantes juegos de perspectiva, en un montaje que Helena Pimenta dirige con mano firme: hay lugar para las coreografías –Nuria Castejón-, para escenas de batalla muy bien planteadas y ciertamente vistosas. Y, dentro del drama –se consiguen momentos de alta tensión dramática en el primer encuentro de Segismundo con el Rey, o en todo el planteamiento del personaje de Estrella- Pimenta no renuncia a explotar todo cuanto guiño a la comedia le ofrece el drama calderoniano: ya no solo a través del personaje de Clarín, sino desde el propio Segismundo, que tiene, por momentos, la pillería del niño.

En otro orden de cosas, desde la apuesta por la estética que rige toda la propuesta, el montaje de Pimenta plantea también modernos juegos que funcionan muy bien en términos estéticos: Segismundo se oculta en una trampilla, desde la que asciende al palacio suspendido en el aire. Su primera escena en palacio, separado del resto de personajes por un cortinaje de tul que lo envuelve, es otro acierto estético de la puesta, aportando una visión onírica muy apropiada para la situación, redondeando un montaje que se completa –como casi todos los de esta compañía- con música renacentista interpretada en directo desde un proscenio por un conjunto de cámara –figuran en la ficha todos los intérpretes anunciados en el programa, aunque entiendo que se alternan según las funciones-.

Importante y amplio el reparto. Sin que desmerezca en absoluto el conjunto en términos generales, destaca claramente, como ya he dicho, la creación personal de Blanca Portillo en un protagonista que la vuelve a catapultar a lo más alto de la escena española actual. Veamos: consigue la proeza de dar el perfil masculino sin forzar ni un ápice ni su timbre de voz ni sus maneras escénicas, consiguiendo que el espectador olvide desde el primer segundo que es una mujer quien interpreta al (anti)héroe. Además, su pequeña figura se presta perfectamente para personificar al adolescente, al que no duda en dotar de la inocencia juvenil de un ser superado por su propia circunstancia. Su Segismundo, extraordinariamente humano, es más un infante indefenso que un joven enajenado. Además, el timbre y la vocalización, perfectos, le permiten acometer parte de sus celebérrimas décimas desde la introspección más absoluta, sin que por ello se pierda ni una sola de las palabras del texto, que llegan al espectador siempre con la justa nitidez, y cargadas de emoción e intención, en un trabajo redondo que nos recuerda que Portillo es una de esas actrices que marcan la diferencia. Si Pimenta eleva a Segismundo a los cielos en este montaje, Portillo lo eleva con su encarnación a la máxima expresión de la emoción a través del gesto y la palabra. Una actriz que, antes de los 50 años, ya ha dejado su impronta en fenomenales recreaciones de personajes capitales del género, sea Hamlet, Medea o este Segismundo; y que aun tiene media carrera por delante para seguir dándonos motivos para ir a admirarla al teatro. Ha demostrado que es una intérprete amante de los retos, y que sale airosa de cualquier cosa que se proponga. La excelencia de Portillo es algo que a estas alturas ya no sorprende: sencillamente es lo esperado, y es lo que siempre recibe el público. Como siempre, solo cabe esperar ansiosos a su próxima incorporación sobre las tablas.

Así las cosas, el resto del reparto no lo tiene fácil para estar a la altura del coloso, y sin embargo se ha reunido una notabilísima compañía, que no desmerece al lado de su ilustre compañera. Imponente es también el Rey Basilio de Joaquín Notario, todo un ciclón lleno de rotundidad y autoridad: en la escena del encuentro con Segismundo en palacio saltan chispas entre ambos intérpretes. Del conjunto hay que destacar también la enorme creación de Pepa Pedroche, que aprovecha cada segundo del personaje de Estrella para colocar un personaje secundario en primera línea, sirviéndolo con furia y elegancia a partes iguales, en una de las mejores interpretaciones de la función. Ojo a esta actriz, habitual de la compañía que siempre destaca sin problemas en papeles en general secundarios –lamento haberme perdido su reciente Lady Macbeth, siempre bajo el mando de Helena Pimenta…-.

También Fernando Sansegundo sirve a Clotaldo con solidez y altos vuelos épicos, al tiempo que lo mejor que puede decirse para resumir el estupendo trabajo del Clarín de David Lorente es que se mete al público en el bolsillo, pues celebra todas y cada una de sus gracias con sinceridad –no es poco ni mal piropo-, y dice su escena final con sinceridad. Por su parte, el Astolfo de Rafa Castejón consigue no venirse abajo rodeado de tanta excelencia en un papel que podría pasar desapercibido: no es fácil mantenerle el tipo a Portillo, Notario y Pedroche –con quien él tiene la mayoría de las escenas-, y sin embargo lo logra brillantemente.

Algo menos convincente –siempre dentro de un nivel aceptable, pero a mi juicio bastante por debajo del conjunto- resulta la Rosaura de Marta Poveda, primero por esa voz rota tan peculiar, a la que lleva un tiempo acostumbrarse; y después por una proyección de voz que dificulta ocasionalmente el entendimiento del texto. Además, trabaja en un registro un tanto histriónico, algo lejos de la naturalidad con que se expresan sus compañeros de reparto –como muestra, su monólogo final frente a Segismundo- y su verso fluye ocasionalmente un tanto atropellado.

El resto del reparto –8 intérpretes más, que elevan el elenco a la friolera de 15 intérpretes en escena, sin contar a los cuatro músicos: toda una osadía en tiempos de crisis- cumplen con sus breves pero complejos cometidos –porque la mayoría están implicados en las escenas de batalla- con gran solidez.

En resumen: este es, sencillamente, uno de los espectáculos teatrales más redondos y completos de la actual temporada, porque ofrece un trabajo cuidadísimo y preciosista por parte de Helena Pimenta –no ha podido tener mejor debut al frente de la CNTC- y supone otro paso de gigante en la carrera de una de las actrices más señeras de la actualidad, junto a un elenco bastante sólido.

Solo un pero: clama al cielo que, tras una gira bastante extensa por España –e incluso América, pues ha habido parada en Buenos Aires- ningún teatro de Galicia haya tenido a bien programar este espectáculo, de manera que los gallegos que hayamos querido gozar de él nos hemos tenido que desplazar a Gijón –el punto más cercano a Galicia por el que pasaba la extensa gira, que se prolongó durante cinco meses-. Prácticamente incomprensible, considerando que la gira ha tenido la friolera de doce paradas… Es, sin duda, un olvido grave, gravísimo, para los teatros gallegos. En Gijón, el teatro lleno hasta la bandera y el público ovacionando en pie durante diez minutos al final, tras dos horas y cuarto de buen teatro. Para reflexionar. De momento, la temporada que viene regresa al Pavón de Madrid, donde el pasado año ha colgado el cartel de “No hay Localidades” cada noche durante casi cuatro meses. Mientras, en Galicia habrá que seguir esperando a que alguien se le encienda la bombilla.

H. A.

Nota: 4.5/5

“La Vida es Sueño”, de Calderón de la Barca. Con: Blanca Portillo, Joaquín Notario, Marta Poveda, Fernando Sansegundo, David Lorente, Pepa Pedroche, Rafa Castejón, Pedro Almagro, Ángel Castilla, Óscar Zafra, Alberto Gómez, Anabel Maurín, Mónica Bouza, Damián Donado, Luis Romero. Músicos: Daniel Garay / Mauricio Loseto; Juan Carlos de Mulder / Manuel Minguillón; Anna Margules / Daniel Bernarza; Calia Álvarez / Ana Álvarez. Versión: Juan Mayorga. Dirección: Helena Pimenta. COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO.

Teatro Jovellanos (Gijón), 18 de Mayo de 2013

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