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‘La Dama Boba’, o la felicidad de la ingenua

diciembre 25, 2018

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Después de agotar las localidades la temporada pasada, se repone en el Teatro de la Comedia la versión de La Dama Boba que Alfredo Sanzol dirigiese para la cuarta promoción de actores de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Así pues, este año que inicia la quinta promoción, la reposición debe verse no sólo como el regreso de un éxito sino además como una suerte de homenaje a este grupo de actores que ya vuelan libres ahora que, de algún modo terminan su vinculación fija con la compañía –no en vano a muchos de ellos les hemos visto en otros proyectos, como clara señal del buen porvenir que les espera-. Para la reposición se ha recuperado el reparto original, excepción hecha de los dos galanes y una de las criadas, interpretados ahora por nuevos actores. El resultado es una función que, en su sencillez, transmite una alegría festiva que se contagia al público; manteniendo además algunas de las claves de la manera de hacer comedia de Sanzol, aquí puestas al servicio de Lope de Vega: en cualquier caso, una función clara y sencilla que se ve con disfrute y en la que las dos horas pasan volando.

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Escrita en torno a 1613, La Dama Boba presenta una sencilla trama que toma la mayoría de los estereotipos del género en el Siglo de Oro para contar la historia de dos hermanas casaderas a las que pretenden sendos galanes. Mientras Nise es la prometida perfecta – instruida, grácil y culta- a su hermana Finea le faltan un par de hervores y resulta totalmente ajena a cualquier manifestación cultural que se precie, desconociendo las letras, los bailes y todos los rasgos que una muchacha casadera de su clase debería tener. Sin embargo, la dote de Finea es mayor que la de Nise y esto propiciará un enredo entre los dos galanes que las pretenden, al tiempo que el consabido enfrentamiento entre ambas hermanas; a la vez que, a fin de cuentas, la perfección de Nise acaba resultando un tanto cargante en comparación con el discreto encanto que destila la ingenuidad extrema de la boba del título. Así, a lo largo de la comedia, se van sucediendo una serie de enredos típicos de este tipo de obras; al tiempo que Finea, de algún modo casi mágico, despierta de su estulticia gracias al amor.

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Respetando en esencia el verso de Lope de Vega –recortando aquí, añadiendo alguna morcilla allá-, Sanzol plantea en la pequeña sala Tirso de Molina un espacio circular en el que dispone al público a cuatro bandas, planteando gran cantidad de espacios de entrada y salida. Además, se emplea una empinada escalinata metálica que conecta con el piso de arriba; mientras que en escena apenas un guardarropa y los instrumentos que tocan en directo los actores para crear la fundamental partitura de Fernando Velázquez, porque la música es casi un hilo conductor de la propuesta. Ropajes actuales, con un punto milllennial; e incluso algunos artilugios que sitúan la trama en el presente más actual, respetando siempre la palabra de Lope. Todo esto -este particular espacio y la cercanía ayudan sobremanera a que todo funcione como lo hace- le basta a Sanzol para armar un espectáculo fresco y ágil, que aprovecha al máximo las posibilidades del espacio. Los personajes se adueñan del espacio, entrando y saliendo por todos los recovecos que plantea la disposición del público, convirtiéndose de algún modo en una propuesta más o menos inmersiva, que va a velocidad de cohete. La palabra de Lope aparece así potenciada por el ritmo frenético que destila la propuesta; al mismo tiempo que las cortinillas musicales –muchas- terminan de resaltar ese ambiente de fiesta que transmite el conjunto; sin que la música se vuelva un añadido superfluo –tal vez salvo en un par de momentos-.

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El todo constituye un acierto en su sencillez; porque mantiene la esencia del original; al tiempo que la acerca al público de hoy, tal vez sin buscar lecturas rebuscadas de una trama que el director y su equipo leen como un juego. Como digo, la base de que esta propuesta triunfe es precisamente el propiciar un acercamiento honesto y humilde a Lope de Vega, al alcance de cualquier público; pero a la vez ágil y entretenido. La manera de hacer comedia recuerda no poco a la sencillez de recursos que tenían algunos de los grandes montajes anteriores de Sanzol –¿cómo no pensar en La Ternura, de la que este montaje parece casi primo lejano?-. Todo fluye, tiene ritmo, los personajes están enfocados en un tono esencialmente cómico; y hasta la mayoría de ocurrencias que añade Sanzol aparecen bien traídas. La mucha música añadida podría ser un incordio, y sin embargo acaba convirtiéndose en un elemento más que se integra bien en el conjunto; y entre las caracterizaciones –a veces algo estiradas para potenciar lo cómico de personajes y situaciones- apenas chirrían un par de ellas – la del Maestro de Danza, por ejemplo, responde a una concesión muy particular y bastante tópica y algo gratuita; en la que Sanzol ya caía en su montaje de Luces de Bohemia con otro personaje, que casualmente interpretaba el mismo actor-. Pero ni esas licencias empañan el espíritu de un montaje que se prolonga por dos horas, irradia luz y felicidad y se pasa en un suspiro con más ideas que verdaderos medios: no son pocas virtudes.

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El amplio elenco del montaje es eminentemente joven, y esto obliga a asumir algunos dogmas de fe –que el padre de las hermanas lo interprete un actor que tiene, aproximadamente la misma edad que sus hijas…- que acabamos asumiendo, porque es mucho más lo que nos dan. Aunque el verso aparece en unos casos mejor dicho que en otros, siempre dentro de un nivel más que digno; lo cierto es que nadie desmerece en el elenco, y en esta apuesta fundamentalmente coral todos aportan su grano de arena para el triunfo. Por encima de todos hay que destacar, sin embargo, la redonda y espectacular creación que de la boba Finea hace una inspiradísima Paula Iwasaki, capaz de matizar el exceso de la bobería controlando el uso del gesto y resultando francamente divertida, en la mejor tradición cómica, pero sin cargar las tintas; al mismo tiempo que encuentra momentos de bello vuelo poético cuando, en los momentos finales, se desespera enamorada al no discernir la frontera entre inteligencia y estulticia. Hay que ser muy hábil para equilibrar comedia e ímpetu amoroso en la manera en que ella lo hace; resultando convincente en ambas: todo está en su punto –los versos más mágicos y mejor dichos de la función salen de su boca, es justo reconocerlo- y, aunque siempre la hemos visto destacar en trabajos anteriores, tal vez sea aquí donde definitivamente podamos señalar que estamos ante una de las más notables actrices de su generación. Bien los galanes de Alejandro Sigüenza (Laurencio) y Guillermo Serrano (Liseo), quizás ambos mejor en sus escenas individuales que en aquellas que son estrictamente amorosas; Serrano descolla particularmente en un desopilante e inesperado número musical: no hay que perder de vista que ambos acaban de incorporarse al montaje. Resolutiva en su autoridad resulta la Nise de Georgina de Yebra –el contraste con su hermana es notable, y dice mucho de la actriz en términos de composición de personaje-.

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En los personajes secundarios, entre las criadas, la Clara de Carolina Herrera aparece especialmente comedida y atinada y la Celia de Cristina Arias cumple sin problemas en un rol de menor envergadura. Daniel Alonso de Santos ha de manejarse en Otavio, el padre de Nise y Finea, y resulta convincente toda vez que asumamos el asunto de la edad, bien secundado por el Miseno de Marçal Bayona, al que le ocurre tres cuartas partes de lo mismo. A Kev de la Rosa le tocan en suerte caracterizaciones sobrecargadas como el desesperado profesor de la dama boba: se podrá compartir más o menos el enfoque; pero el actor se lanza sin miedo a la caricatura y el resultado funciona a nivel cómico con una gran mayoría. También Miguel Ángel Amor se muestra desenvuelto a la hora de generar comedia. David Soto Giganto cumple sin problemas en su cometido como Turín, mientras que a José Fernández se le reserva un íntimo fundido a negro musical final con bastante encanto.

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Lo cierto es que esta apuesta nos gana en su sencillez, su forma de transmitir felicidad –casi como la felicidad de Finea en su mundo inicial de extrema ignorancia- y la frescura que transmite: la esencia del mejor Sanzol puesta al servicio de Lope de Vega para crear un juguete cercano que hace que el Siglo de Oro pase gozoso y en un suspiro. Tendrá cosas mejores y peores; pero nadie podrá negar que se pasa un rato estupendo y se demuestra que con muy pocos medios pero muchas ideas se puede levantar un espectáculo que merece bastante la pena.

H. A.

Nota: 3.75 / 5

 

“La Dama Boba”, de Lope de Vega. Con: Paula Iwasaki, Alejandro Sigüenza, Guillermo Serrano, Georgina de Yebra, Daniel Alonso de Santos, Marçal Bayona, Carolina Herrera, Cristina Arias, David Soto Giganto, Kev de la Rosa, Miguel Ángel Amor y José Fernández. Versión y dirección: Alfredo Sanzol. COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO.

Teatro de la Comedia (Sala Tirso de Molina), 18 de Diciembre de 2018

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