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‘¿Qué Sabes Tú de Mis Tristezas?’, o ¿como en casa en ningún sitio?

octubre 28, 2016

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Resulta francamente estimulante encontrar propuestas de teatro realizadas por gente joven, que tienen la honestidad de saber exactamente dónde están y a dónde van. Propuestas sencillas pero con una voluntad clara de conexión con el público. Todo esto lo encuentra el espectador en ¿Qué Sabes Tú de Mis Tristezas?, un espectáculo de texto levantado por un equipo escandalosamente joven pero con las ideas muy claras, que avanza firme a la meta que se propone. Un pequeño juguete teatral de una hora justa de duración que, en su sencillez, es un prodigio de honestidad que engancha al público como una bala y es una función que se merece sin duda una oportunidad; porque acaba dando mucho más de lo que puede parecer a primera vista.

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No pude encontrar el cartel actual -sustentado sobre esta imagen- pero la idea de un fotomontaje con las actrices cuando eran niñas es un acierto.

Dos hermanas que rondan los 25 años y viven en Las Camachas, algún pueblo del interior. Abandonadas por su padre, mantienen con su madre una relación más o menos conflictiva que acaba derivando en un estallido que es el pistoletazo de salida de la obra. Mientras María José se ha conformado con una vida sencilla y sin sobresaltos en el pueblo; Ana Belén, convencida de que puede triunfar como pintora, un día decide dejarlo todo atrás y marcharse a Madrid sin siquiera despedirse… Un Madrid que acaba por convertirse para ella en un nuevo microcosmos en el que en un principio se las promete muy felices. Pasan los años, y mientras Ana Belén ha convertido su existencia en una espiral de fracasos derivada de decisiones tal vez mal tomadas de la que ahora se refugia en un pozo de alcohol, y ha tenido que pagar sobradamente el peso de sus equivocaciones dejándose cosas por el camino que marcarán su existencia para siempre; María José decide por fin casarse y abandonar la casa familiar, y no concibe el día de su boda sin la presencia de su hermana. Una desde Madrid y la otra desde el pueblo, las dos hermanas se irán confesando con el público -parte activa de la función-, poniendo en orden sus cuentas pendientes hasta un desenlace que hará que ambas se tengan que enfrentar al antes y al ahora; y decidir si la vida puede seguir igual después de todo lo que ha ocurrido, a pesar de la distancia -geográfica y mental- que parece una barrera insalvable. ¿Hay vuelta atrás posible? ¿Como en casa en ningún sitio o es el momento de soltar definitivamente lastre y vivir, como dice Ana Belén en un momento de la función, con ese pasado que a todos nos pesa?

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Como en las grandes obras de lo cotidiano, parece que no ocurre nada en ¿Qué Sabes Tú de Mis Tristezas?, y sin embargo hay algo que hace que no nos podamos despegar de lo que estamos viendo. El texto -una idea original de la actriz Ariadne Serrano a la que se han añadido textos de Roy Galán– tiene el acierto de estar escrito desde lo cotidiano, desde lo sencillo; y de pasar del drama a la comedia en un abrir y cerrar de ojos sin forzar nunca las tuercas de las situaciones. No se ceba, no cae en el melodrama barato -pero apunta pinceladas de drama con una claridad tan sencilla como devastadora- y suena cercano y natural. Además, la idea de integrar al público en las confidencias de las hermanas podría haber sido una idea peligrosa; pero termina convirtiéndose en una de las claves que hacen que estemos con ellas, que nos sintamos cómplices y que queramos seguir sabiendo qué ocurre. Los dos personajes están bien delineados y son perfectamente contrapuestos: el fracaso ha convertido a Ana Belén en una tía dura, de esas que habla sin miedo y mirando a los ojos; mientras que María José es casi una presencia fantasmagórica encogida en una esquina de la sala como anulada por la existencia de su hermana incluso desde la distancia. Acierta además al apuntar detalles que nos permiten imaginar el pasado de las hermanas sin que podamos llegar a entender en qué momento todo se resquebrajó entre ellas. Y resuelve el reencuentro con una de las escenas más hilarantes y ocurrentes que haya visto en una temporada: por lo que parodia, por lo original de la idea y por lo bien que está ejecutada. Mejor no decir de qué va la cosa, pero enhorabuena a quien haya tenido la ocurrencia. Todo suena de verdad, cercano y honesto; y estoy seguro de que la propuesta se gana el corazón y la complicidad de todos nosotros. Encontrar una escritura tan sencilla y a la vez tan eficaz no es fácil. Sólo una sugerencia: siento que el final se precipita demasiado, y más aún siendo una obra tan breve; me falta un cierre más compacto que -sin renunciar a dejar preguntas en el aire, que es una idea estupenda- haga que la cosa acabe en punta, como sugiriendo las consecuencias de mañana después de hoy. Con todo, aplaudo tanto la sencillez de la escritura como la eficacia del resultado.

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En un espacio ingrato, la dirección a cuatro manos que firman Pedro Ayose y Paula Amor ha tenido el acierto de integrar al público en la acción sin resultar invasiva, y usar cada rincón de la sala. Además, no carga las tintas en los personajes -y eso que esto se podría haber convertido en un festival lacrimógeno con mucha facilidad…-; y avanza con pulso firme, culminando en la perfecta realización de esa escena estrella de la que prefiero no hablar. Tal vez por la estructura de esta sala, siento que es una pena que para escuchar las intervenciones de cada hermana -fundamentalmente en forma de monólogos que se alternan- hay que dejar de mirar a la que no está hablando, y creo que es un aspecto que se podría revisar; pero insisto en que la sala pueda tener algo que ver. Los elementos escénicos, aún no siendo muchos, para mí son demasiados -no todo se usa-:

Las dos actrices están en su punto justo y uno se acaba sintiendo como en familia con ellas. Ana Rujas ha resultado una sorpresa mayúscula: borren cualquier imagen preconcebida que tengan de ella y déjense arrastrar. Primero porque trabaja en un registro completamente nuevo; segundo porque consigue normalizar y llenar de dignidad a un personaje -la hermana que huye- que podría resultar antipático pero que sin embargo acaba resultando tierno y mueve a la compasión en su capacidad casi infinita de tomar una decisión errónea detrás de otra sin querer -y la cosa no estaba fácil-; tercero, porque consigue equilibrar la balanza emocional en un personaje extremo -la cosa tampoco estaba fácil-; y cuarto, porque se muestra resolutiva y sobrada de recursos en sus interacciones con el público: aquí hay una actriz. Tampoco lo tiene fácil Ariadne Serrano, que ha de ser el contrapunto al derroche de energía de su hermana: ha de estar ahí sin que parezca que está, ha de encontrar su luz estando apagada como personaje -pasa gran parte del tiempo sentada en la grada con nosotros-; y saca con nota su trabajo, no sólo por lo bien que marca el contraste, sino también por lo sencilla que resulta en un personaje al que llena de una dignidad antagónica a la de su hermana que es muy de agradecer: ha sabido no caer jamás en el cliché de la paleta de pueblo, y esto es clave. Puede que su papel parezca menos agradecido, pero casi diría que es más difícil precisamente por ese constante estar a la sombra. Lo clava, porque trabajando desde el silencio consigue también ganarse un lugar en nuestro corazoncito. Y, sobre todas las cosas, si algo redondea el estupendo trabajo actoral de ambas, es esa sensación -que creo que todos compartimos- de estar como en casa.

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Todo esto en apenas una hora de función. Sencilla, tal vez sin grandes pretensiones, pero directa al objetivo que alcanza sin dudar. Y conseguir esto en teatro no es nada pero nada fácil… El texto, siendo muy interesante tal vez sea susceptible de redondearse -sobre todo, insisto, pausando algo más el desenlace: es como si me faltase una escena-; e intuyo que la función lucirá mejor en otro tipo de sala. Pero da gusto ver teatro hecho por gente joven con este rigor y estos estupendos resultados. Me lo pasé en grande y salí con la sensación de haber visto buen teatro, indudablemente. Les queda apenas una fecha en el pequeño Espacio Labruc -y en mi función, hasta la bandera, había gente en la puerta mendigando una entrada de último momento…- pero alguien debería darle más vida a esta propuesta. Enhorabuena a todos.

H. A.

Nota: 4/5

¿Qué Sabes Tú de mis Tristezas?”, de Ariadne Serrano inspirada en textos de Roy Galán. Con: Ariadne Serrano y Ana Rujas. Dirección: Paula Amor y Pedro Ayose. TEATRO BEAUVOIR.

Espacio Labruc, 23 de Octubre de 2016

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