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‘Tío Vania’, o en busca de la verdad perdida

enero 14, 2013

Montar cualquier texto de Chéjov es siempre un desafío para cualquier institución, porque pocos autores piden tan a gritos como el ruso la presencia de un elenco –normalmente amplio- que rezume verdad por los poros. La clave del éxito con Chéjov radica precisamente ahí: en que cuanto se vea sea de verdad. De Tío Vania se han visto varias producciones notables en España –una de las últimas, la que dirigiera Carles Alfaro para el Centro Dramático Nacional con un reparto de lujo, que sin embargo no terminaba de funcionar por el extraño concepto escénico del director-. Ahora es la compañía valenciana L’Om Imprebís la que presenta su versión del clásico, en una propuesta que, aunque honesta en la mayoría de sus planteamientos, falla sobremanera en el tono de parte del elenco actoral.

La versión, que dirige Santiago Sánchez, acierta de pleno al apostar por un minimalismo elegante que concentra todo en el poder de la palabra, y en el poder del actor. En este sentido, Chéjov parece ir claramente por ahí, aunque sea una opción tan acertada como peligrosa. Apenas una alfombra, sillas, mesas y un mural con troncos de árboles al fondo, sobre el que va cayendo progresivamente el día, forman la concisa escenografía de Dino Ibáñez –con mural de Jordi Castells, muy bien iluminado por Rafael Mojas y Mariano Dobrysz-. Lo cierto es que la versión de Sánchez es, como digo, limpia –sobra quizá un detalle coreográfico-poético que actúa para subrayar el magnetismo que ejercen Vania y Astrov sobre Elena, tan evidente que creo que no necesita de ningún simbolismo extra-, y cargar sobre los actores todo el peso de la propuesta es una opción muy lícita. Pero para ello se necesita un elenco de verdadera raza, o un trabajo muy minucioso con los actores… Desgraciadamente, no parece haber ni una cosa ni la otra en la dirección de Sánchez.

Que una compañía estable trabaje un texto así en un montaje de estas características imposibilita de algún modo el contar con grandes actores de cartel. Todo ha de reducirse en mayor o menor medida a los mimbres de la compañía. He visto varios montajes de los valencianos, y me suelen gustar más cuando se sueltan la melena y hacen algo de creación propia –Imprebís– que cuando montan un clásico. No ha sido ésta la excepción. Este reparto –en el que por cierto la mayoría de los físicos distan de acercarse a lo que podría ser el imaginario colectivo de estos personajes- adolece de irregularidad, y en algunos casos de falta de credibilidad. Es de sobra sabido que Chéjov pide realidad por encima de todo. Sobra exceso y falta naturalismo, y por momentos -la escena entre Elena y Astrov- se corre el riesgo de rozar el tono de una telenovela de sobremesa. Chéjov no va por ahí.  Además, se ha querido cargar las tintas en ciertos detalles irónicos del texto, de forma que se consigue varias carcajadas en momentos inadecuados –cuando Sonia replica a Elena “soy fea, porque cuando una mujer es fea siempre se le dice que tiene un pelo y unos ojos muy bonitos”, por ejemplo-, algo que tampoco parece estar en la línea de lo que pide el autor. De la misma forma, este enfoque hace que se dejen pasar por alto algunas réplicas cargadas de un simbolismo importantísimo –una clara es el momento en que Astrov dice “debe hacer mucho calor en África”-, sin las que es imposible entender bien el auténtico espíritu de la obra.

Queda hablar de los actores, que forman un conjunto irregular, con claroscuros, en el que unos están mejor que otros, sin que los mejores sean necesariamente los protagonistas. Sandro Cordero es un Vania que funciona por momentos, pero resulta excesivo en sus arrebatos de ira y exagerado cuando se desmorona, lo que resta verdad a la creación general del personaje. Más convincente, sin embargo, el Astrov de Carles Montoliu, de los trabajos más medidos del elenco, aunque se le pueda pedir un punto más de poesía. Rosana Pastor –la estrella invitada del montaje- compone una Elena que está bien –y hasta muy bien- por presencia y carácter, y sabe transmitir la apatía del personaje; pero la proyección de voz se tambalea peligrosamente por momentos. Que venga básicamente del mundo del cine no debería ser excusa. Quien más flojea es la Sonia de Xus Romero, primero porque debe luchar contra una edad que sobrepasa con mucho la del personaje, y segundo porque se le ha querido dar un enfoque aniñado que es más propio de una de las hijas de los Von Trapp en Sonrisas y Lágrimas que de la sobrina del protagonista: ni la actriz lo hace creíble –con su físico es difícil- ni el personaje parece moverse en esa línea. Su monólogo final, importantísimo, pierde fuerza porque lo enfoca con un dramatismo que no procede: recordemos que Sonia, después de todo, cree firmemente en lo que está defendiendo.

Los mejores del reparto, sin duda alguna, son el Serebriakov de Vicente Cuesta, que, tras una escena inicial inesperadamente bufonesca –no es que crea que debe ser así, pero el actor lo hace muy bien-, reaparece con la debida autoridad hacia el final de la obra y descolla como la presencia más notable del conjunto; y la Marina de Paca Ojeda, que trabaja desde una economía de medios que se agradece mucho, respira verdad –ésta sí- y consigue dar inusitado relieve al personaje de la criada. Tanto Carles Castillo (Teleguin) como Carmen Arévalo (María Vassilievna) cumplen correctamente en sus breves cometidos, y se colocan también entre lo mejor del elenco: lástima que las partes sean tan menores.

El resultado final, aun a pesar de aciertos parciales, es más bien irregular, porque falta verdad y no aparece la esencia chéjoviana de lo cotidiano, un cotidiano que solo puede alcanzarse a través de la verdad. Si en Chéjov no fluye la emoción, si el teatro no enmudece con un nudo en la garganta en según qué momentos, es que algo no termina de funcionar.

H. A.

Nota: 2.25 / 5

“Tío Vania”, de Anton Chéjov. Con: Sandro Cordero, Carles Montoliu, Rosana Pastor, Xus Romero, Vicente Cuesta, Paca Ojeda, Carles Castillo y Carmen Arévalo. Dirección: Santiago Sánchez. L’OM IMPREBÍS

Teatro Rosalía Castro (A Coruña), 11 de Enero de 2013

2 comentarios leave one →
  1. Sandro Cordero permalink
    octubre 14, 2013 13:24

    Hola, Hugo.
    Acabo de leer tu crítica, y lamento mucho que mi actuación acabara de convencerte. Te aseguro que en mis trabajos pongo toda mi verdad y mi honestidad como persona y como actor (si es que existe diferencia) sobre el escenario. O trato de hacerlo. A veces, como muestra tu crítica, no se consigue. O al menos no para todos.
    Te felicito por la crítica, porque a pesar de no estar de acuerdo contigo en algunas apreciaciones (y no hablo de mí, de verdad) es un artículo escrito con fundamento y perfectamente estructurado y razonado (vamos, que se nota que sabes de lo que hablas).
    Lo que más lamento, sinceramente, es no haberla leído antes, pues seguramente hubiera servido para plantearme algunos aspectos de mi interpretación y, quizá, para crecer (te aseguro que lo que menos nos ayuda a crecer son los halagos).
    Un afectuoso saludo,
    Sandro Cordero.

    • octubre 14, 2013 16:02

      Estimado Sandro,

      Muchas gracias por leerme y por tomarte la molestia de escribirme. También muchísimas gracias por lo bien que encajas la crítica y por tu enorme humildad, cosa que no siempre pasa. Quiero destacar algo que va por descontado, que es el respeto inmenso que tengo siempre por TODOS aquellos que os subís a un escenario: el teatro es grande por los que lo hacéis posible. Procuro escribir siempre desde ese respeto, sobre todo cuando hay un trabajo honesto, y esta función gustándome más o menos era honesta. Además, siempre es estimulante conocer la opinión de los que estáis al otro lado acerca de las cosas que escribo: tanto cuando es para bien como cuando es para mal.
      Sobra que diga que mi voz no pretende ser una verdad absoluta (creo que no existe la verdad absoluta para nada), y que baso mis crónicas en cuestiones de percepción y sensibilidad personal. Con esto quiero decir que no busco que se esté siempre de acuerdo con lo que digo: cuando hay educación (y creo que aquí la hay por tu parte y por la mía), la discrepancia puede ser buena. Valoro muchísimo que consideres que mi escrito está fundamentado: más aún tratándose de un Chéjov, porque le siento como uno de mis autores de cabecera y creo que conozco bien sus textos teatrales; esto también hace que tenga una idea bastante clara de qué es lo que quiero ver cuando se me ofrece un Chéjov (más o menos acertada, pero mi idea mental está ahí). Sé que habéis tenido un éxito importantísimo con este montaje (en el que, por lo que sea, yo no terminé de entrar: a mí también me hubiese gustado intercambiar estos mensajes hace unos meses, para poder tal vez profundizar un poco más, teniendo la función más fresca). Por supuesto, me alegra mucho vuestro éxito, porque os sigo hace tiempo como compañía, y os he visto grandes trabajos. Estoy seguro de que habrá nuevas oportunidades en el futuro, y estoy seguro de que te veré en nuevas cosas que me convenzan plenamente, porque ya no sería la primera vez que es así.
      De nuevo, muchas gracias por tu mensaje de verdad.

      Un cordial saludo,

      Hugo Álvarez.

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