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‘Don Gil de las Calzas Verdes’, o un Tirso con guía de lectura

septiembre 24, 2017

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Regresa a los escenarios el clásico de Tirso de Molina, en una versión que dirige Hugo Nieto apoyada en una dramaturgia de Alberto Gálvez que opta por actualizar la obra para acercarla a la sensibilidad del público de hoy. Propuesta que, a decir verdad, está cosechando un éxito importante allá donde va y que ahora hace por fin parada en Madrid, con una pequeña temporada en los Teatros Luchana. Y lo cierto es que, aún cuando hay que agradecer la agilidad del planteamiento, la frescura del enfoque y -sobre todo- lo atinado de todo el elenco actoral; tengo la sensación de que el resultado final queda de alguna manera lastrado por una cierta acumulación de morcillas y explicaciones -a mi modo de ver innecesarias- que terminan por dejar en segundo plano el lenguaje de Tirso, que debería ser más que suficiente -y más aún con un elenco tan inspirado como el aquí se reúne- para generar la comedia por sí sola.

La dramaturgia de Alberto Gálvez apuesta por una poda a lo esencial de la trama y una suerte de actualización que creo que se acaba yendo un poco de madre. Para ello, se plantea una especie de coro a ambos lados del espacio escénico que comenta constantemente con morcillas todos aquellos aspectos del enredo que podría parecer que el público de hoy no va a captar en una primera lectura. Desde los emplazamientos –”esto ahora sería el barrio de Chueca”- hasta una gran cantidad de morcillas que sirven como apoyo ya sea para enfatizar gags que, a juicio del dramaturgista podrían pasar desapercibidos para el público de hoy -y así incorporan toda una serie de referencias actuales a qué serían a día de hoy situaciones o elementos que aparecen en el texto de Tirso, como si hubiese dar explicaciones a un público que, al menos para el versionador, corre el riesgo de perderse- o para limar ciertos aspectos del original que, para Gálvez, parece que no son lo demasiado políticamente correctos como para mantenerse. Al margen de que personalmente crea que un público inteligente puede seguir sin problemas el enredo tal cual está concebido; y de que la comedia en esta obra en buena parte debe surgir a raíz no sólo de las situaciones, sino también del ingenio del lenguaje, creo que esta opción de las morcillas -constantes- acaba por desvirtuar la esencia del clásico, porque obliga al espectador a entrar y salir constantemente del devenir de la trama y en la rítmica del verso. Creo, en definitiva, que todos estos añadidos -casi a modo de edición crítica moderna- pueden incluso llegar a confundir y desviar la atención de la propia trama a quien no la conozca previamente. Incluso a mí -que conozco el original- llegó a parecerme que la narración se tornaba un poco confusa en algunos momentos.

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La propuesta escénica de Hugo Nieto, sin embargo, tiene el acierto de la sencillez. Con el verde como lógico motivo conductor -y respetando la vestimenta de época, que hace que la versión del texto pese más- Nieto acota el espacio central en forma de tablao sostenido por cajas y sitúa al coro a ambos laterales, ya sea para aguardar su turno, comentar el texto con las morcillas antes mencionadas o crear en directo todo el espacio sonoro -no sólo canciones, sino también todo lo necesario para generar ambientes -en este sentido, toda la partitura de Miguel Magdalena (de clara inspiración en la naturaleza de Ron Lalá por ejemplo) está bien jugada y bien integrada en el conjunto-. Con muy pocos elementos, como digo, Nieto plantea una puesta en escena limpia, que sabe jugar bien tanto a la farsa de la comedia de enredos, capa y espada; como a la agilidad que requieren este tipo de propuestas. Puede que las últimas escenas -en las que confluyen todos los personajes para llegar a la cima del enredo- no queden en este particular espacio todo lo lucidas que deben quedar en escenarios más íntimos; e incluso que los subrayados de las imágenes sobren -aunque esto ya va más en consonancia con la versión del texto-, pero lo cierto es que este enfoque de corte minimalista -este sí- va bastante en la línea de lo que parece demandar un Tirso, y en este sentido debe aplaudirse su labor.

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Insisto en que no acabé de entrar en la esencia ni la idea de la versión presentada; y es que cuando se cuenta con un reparto en el que todos sus integrantes tienen esa rara capacidad de saber decir bien el verso como aquí sucede, todo añadido que se salga del verso mismo me parece superfluo. Y es una pena, porque todos y cada uno de los integrantes de este elenco están entonados, conocen los códigos gestuales de este tipo de comedias y se manejan con comodidad en el arte de hablar del Siglo de Oro. Desde la Doña Juana de Sara Moraleda -más suelta aquí que en otras funciones que le haya visto-, que con acierto nunca rehúsa a jugar su feminidad en este falso rol en travesti; hasta la candorosa y al tiempo arrebatada Doña Inés de María Besant, que impone sin miedo su carácter; bien contrastada con la Doña Clara de Natalia Erice -que acaso se luzca más, a nivel expresivo, en su doble cometido como Quintana-. De Samuel Viyuela -todavía joven pero ya asentado por méritos propios- hay que aplaudir su manejo de la expresividad vocal y corporal ante los diferentes roles que acomete, con unas formas que recuerdan indudablemente la familia de la que proviene: esto es, claro, un elogio. Rafa Maza equilibra muy bien las dos facetas de Don Martín: la de galán y la de pelele indeterminado, en una composición atractiva. Y, en fin, Jorge Muñoz -un Caramanchel al que la versión convierte además muchas veces en narrador e hilo conductor de la trama- opta, en una opción inteligente, por no cargar las tintas del gracioso más de la cuenta. Los seis intérpretes -lo repito porque es algo más infrecuente de lo que pueda uno pensar- dicen el verso con claridad, buena cadencia rítmica y sentido de la métrica: es por ello que me hubiese gustado ver a este elenco en una versión más centrada en la palabra de Tirso que en ese afán actualizador.

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A decir verdad, la mayoría del público parece pasarlo en grande; puede que incluso más con el festival de morcillas que incluye la versión que con la trama y el lenguaje de Tirso en sí mismos. Habrá quien lo prefiera así, pero personalmente creo que en esta versión se tenían los mimbres necesarios para haber hecho toda justicia a la palabra de Tirso, que en estas manos no hubiera perdido nada de la frescura que conserva. Pero, sinceramente, las características de la versión -demasiado explicativa para mi paladar- acabaron por sacarme de la función en más de un momento. Y es una pena, porque el elenco está muy inspirado y la propuesta escénica hace virtud de la sencillez; pero creo que la diversión debe llegar del original, sin necesidad de apuntalar nada más de la cuenta. Pese a todo, mi sensación final fue de haberme quedado a medias, reconociendo que esto tenía todos los mimbres para haber sido una gran, gran función de teatro clásico; y se queda en menos por una versión que, pretendiendo ayudar, creo que termina restando.

H. A.

Nota: 2.75 / 5

Don Gil de las Calzas Verdes”, de Tirso de Molina. Versión de Miguel Gálvez. Con: Sara Moraleda, María Besant, Jorge Muñoz, Samuel Viyuela, Natalia Erice y Rafa Maza. Dirección: Hugo Nieto. COMPAÑÍA ENSAMBLE BUFO.

Teatros Luchana, 16 de Septiembre de 2017

4 comentarios leave one →
  1. septiembre 24, 2017 21:28

    Gracias Tocayo por tu sinceridad y entrega.
    Creo Sinceramente, que es muy enriquecedor y constructivo para el sector establecer opiniones sinceras y constructivas… gracias por venir, por la crítica elaborada y por tu opinión sincera.
    Nos vemos en los Teatros

    • septiembre 24, 2017 21:29

      Ganas de conocerte
      Un abrazo !!

    • septiembre 25, 2017 18:23

      Gracias a ti por leer y comentar. Como bien dices, procuro siempre escribir desde lo constructivo y desde la máxima honestidad, tanto conmigo como hacia vosotros. Tal vez no siempre lo consiga; pero desde luego es siempre lo que pretendo. Un fuerte abrazo. H.

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