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‘Escenas de la Vida Conyugal’, o banalizando a Bergman

octubre 29, 2015

Cuando uno lee los nombres de Ingmar Bergman, Ricardo Darín, Erica Rivas y Norma Aleandro reunidos en un mismo espectáculo, lo lógico sería pensar que se está ante algo que va a tener visos de histórico. De hecho, las entradas de Escenas de la Vida Conyugal –con unos precios bastante desorbitados que llegan casi a duplicar los de cualquier función teatral de la cartelera madrileña- volaron y se agotaron incluso antes de que se estrenase la función en Madrid y ahora hay media ciudad luchando por conseguir una entrada. El teatro lleno, el público en pie, la gente feliz… y, sin embargo, uno tiene la sensación de que se está ante un espectáculo errático, no por los mimbres –que son buenos- sino por algo tan primario y tan básico como un error de lectura en el tono del espectáculo: esto, señores, tiene que ser Bergman; y lo que se ve en este espectáculo, sencillamente, no se parece ni remotamente a las intenciones del autor y cineasta sueco.

Escenas de la Vida Conyugal –que siempre se ha conocido en España como Escenas de Matrimonio o Secretos de un Matrimonio– es una recordada miniserie reconvertida luego en película que Bergman ideó a mediados de los años 70, con claras intenciones autobiográficas. Un filme que muestra seis momentos en el matrimonio de Johan y Marianne –aquí Juan y Mariana-: un matrimonio que se va resquebrajando, anclado en la apatía de la vida burguesa; pero que muestra, sin embargo, la existencia de un fuerte vínculo irrompible, como se verá de hecho en Saraband, la secuela de esta historia que Bergman estrenaría en 2003, y que recupera a los mismos personajes varios años más tarde. Ambas obras se habían ofrecido juntas en el Teatro Español hace aproximadamente seis años –actuaban Francesc Orella y Mónica López con dirección de Marta Angelat: vean el trailer promocional de aquello y comprendan que es otra cosa completamente distinta a esto, siendo el mismo texto– y están publicadas en español por la editorial Tusquets (2007), en traducción de Carlos del Valle.

El estilo de Ingmar Bergman –que ha traído de cabeza a más de uno y de dos a la hora de conseguir una buena adaptación al teratro- es siempre particular; y si en sus diálogos sí puede haber mucha ironía, creo que a estas alturas ya debería estar claro que la intención del director sueco no es bajo ningún concepto el de crear una comedia de situación de pareja; un divertimento comercial para parejas que quieran ir al teatro a no pensar mucho y echarse unas risas ante unas discusiones que acaban cayendo en la atmósfera de lo banal. No. Eso no es Bergman. Y en eso ha convertido toda una primera actriz como Norma Aleandro un montaje que se distancia de cualquier drama, y acaba planteado como una comedia de cama y sofá. Risas aquí, risas allá… La gente se ríe; pero sin embargo uno no puede dejar de tener la sensación de que esta versión está banalizando –y se puede decir que hasta traicionando- el espíritu del original, por no querer –me niego a escribir ‘no saber’- leer y entender el estilo de la historia que estamos contando. Sobre una escenografía parca –cama y sofá, poco más hay-, Aleandro ha convertido la historia de un matrimonio burgués que se hunde en una comedia caduca, más propia de otros tiempos. De dirección escénica –primaria, primaria- y profundización de la psicología de los personajes mejor que ni hablemos, porque hay la que hay: o sea, poca y menos. Por no hablar de la música de telefilm de sábado por la tarde que sirve para enlazar las escenas mediante oscuros bastante prolongados que no se sabe bien a qué obedecen, puesto que tampoco hay mucha escenografía que cambiar… He comprobado además que la versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino sigue bastante fielmente la traducción de Carlos del Valle que editó Tusquets, con lo cual no podemos culpar a la versión del fiasco: aquí hay, sencillamente, un error de lectura.

Al inicio no daba crédito y me preguntaba sencillamente que qué ha podido pasar para que este espectáculo haya acabado en esto; pero no nos engañemos: evidentemente este tipo de teatro tiene un público, evidentemente la gente paga por ver a Darín y Rivas; pero creo que el enfoque del espectáculo es completamente errático. Está claro que se ha querido hacer un teatro comercial que esté al alcance de todos los públicos y todos los intelectos: suavizarlo, dulcificarlo, facilitarlo… llámenle como quieran. Pero presentar una función de Ingmar Bergman en estas condiciones –créanme que esto parece una de esas comedias francesas que arrasan en los escenarios de la Gran Vía- va más allá de la mera equivocación.

Y es todavía más doloroso, porque Ricardo Darín y Erica Rivas –microfonados, por cierto- clavan lo que se les manda hacer, y demuestran que son actorazos a prueba de bombas. Pero claro, tener a dos bestias escénicas haciendo una comedia de cama en una función que es todo lo más que eso que se puedan imaginar casi roza lo verdaderamente inquietante. Porque son dos intérpretes claramente orgánicos, que afrontando el mismo texto en otro código bien podrían habernos hecho vibrar y habernos dado un espectáculo memorable –imagínense por un instante que esto lo hubiese dirigido Daniel Veronese y entenderán a qué me refiero-; pero siento que con el enfoque absolutamente errático de Aleandro no pueden dar más del sesenta por ciento de lo que tienen. Insisto, no es por su culpa, hacen lo que se les manda… Pero la decepción entre lo que podría haber sido y lo que es resulta bastante mayúscula.

Debo insistir: el teatro lleno, la gente risueña y aplausos en pie. Pero lo que se ve –por más que los actores sean formidables, que lo son- sencillamente ni es Bergman ni tiene la temperatura dramática requerida. Porque esto no es una comedia, esto es un drama. No hay más que ver cómo sigue Saraband para comprenderlo. Cuando la vean –que la verán todos- recuerden sobre todo eso: esto es –o debería ser- un drama. Convertirlo en comedia es, sencillamente, banalizar a Bergman. Una lástima.

H. A.

Nota: 2/5

 

“Escenas de la Vida Conyugal”, de Igmar Bergman. Con: Ricardo Darín y Erica Rivas. Dirección: Norma Aleandro. Versión: Fernando Masllorens y Federico González del Pino. CIECE.

Teatros del Canal, 24 de Octubre de 2015 (22.00)

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