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¿’Trampa Mortal’ o Trampa Argumental?

agosto 10, 2010

Comenzó la temporada veraniega en nuestro querido Teatro Rosalía con la versión de ‘Trampa Mortal’, de Ira Levin, que propone Txalo Producciones. El reparto lo encabeza Francisco Valladares, con la aparición esporádica de María Garralón, y el, para mí desconocido, Alejandro Navamuel, en un papel fundamental en la trama. 

Dice el director, Ángel Fernández Montesinos, en su escrito del escueto programa,  que Levin, experimentado en el campo de la intriga autor de los superéxitos «Los niños del Brasil» o «La Semilla del Diablo», consiguió con «Trampa Mortal» (éxito en Broadway y el West End, y llevada a la gran pantalla en los 70s por Michael Caine y Christopher Reeve) una cima del género, comparable a «Crimen Perfecto»… Personalmente no lo creo así.

Para un servidor, una buena historia de intriga policiaca ha de ser aquella en la que las pruebas estén todo el tiempo delante de tus narices, y cuando llegas al final sorprendente, digas «lo tuve delante todo el tiempo pero no pude darme cuenta de que esto era lo que pasaba». Poco o nada de esto hay en esta ‘Trampa Mortal’, que comienza cuando un escritor en horas bajas que ha tenido grandes éxitos escribiendo comedias policiacas (Francisco Valladares) planea asesinar a un antiguo alumno de la facultad (Alejandro Navamuel), que acaba de enviarle el manuscrito de su primera y soberbia obra de teatro, para apropiarse de ella. Para ello, cuenta con la complicidad de su abnegada (y asustada) esposa… Por supuesto, todos los tópicos imaginables del misterio están ahí: la casa en medio del bosque, las tormentas y los apagones en los momentos más oportunos, el fetichismo del protagonista por el mundo de las armas de todo tipo… Lo que es una historia de misterio con asesinatos a golpe y porrazo en toda regla. Nada más puede desvelarse de un argumento en el que, a partir de este punto, empiezan a sucederse los giros argumentales ciertamente sorprendentes (pero también muchas veces estrambóticos y deshonestos con el público) que impiden adivinar nada de lo que va a ocurrir (y muchas veces hacen dudar sobre la veracidad de lo que está ocurriendo). Al descanso se va uno con un golpe que lo tumba todo (y con la sensación de que el autor se ríe de la inteligencia del público) y el aparentemente previsible desenlace en la segunda parte, cuando uno cree que ya nada más puede pasar, viene seguido de un clímax final tan sorprendente como cogido por alfileres…. En resumen, el espectador cae en una trampa (o en un conjunto de trampas) argumental(es) indescifrable(s), que impiden llegar al final con claridad y honestidad…

Lo más interesante del texto, tal vez sean algunas aseveraciones sobre cómo crear un texto teatral puestos en boca de algunos personajes, especialmente el protagonista o su alumno. También están bien incrustados en la trama ciertos gags irónicos que intentan rebajar una tensión que no siempre acaba de estar todo lo alta que debería…

El montaje de Txalo es más que adecuado. La escenografía de Wolfgang Burman es detallista, con un salón elegante y precioso, pero a la vez frío, y que no invita a quedarse. Preciosa también la colección de armas varias (tenemos pistolas, dagas, rifles, escopetas, ballestas…) que cuelga de las paredes, con una importancia crucial en la trama. Muy buena también la iluminación de Daniel Bosio, siempre con ese halo de oscuridad tan adecuado en este tipo de historias…

El cast, más conflictivo. A Francisco Valladares (Sidney Bruhl, el escritor en crisis) ya le había visto hace algunos años en ‘Inés desabrochada’, de Antonio Gala, y ya entonces había notado ciertos problemas de proyección de voz. Volvieron a notarse aquí: el texto no siempre se escucha con claridad. En positivo, en un papel que permanece en escena toda la obra, aporta presencia escénica (se nota el cansancio físico de los años, eso es cierto también) y el timbre de su voz, tan netamente teatral. Con todo, hay una cierta monotonía en su forma de hacer las cosas que no acaba de hacer el personaje creíble, tal vez por monocorde. Con el resto del cast se complementa bien.

El alumno aventajado, Clifford Anderson, está interpretado aquí por Alejandro Navamuel, el típico guaperas cachas con pinta de buen tío que parece sacado de las Escenas de Matrimonio de José Luís Moreno, y que es físicamente justo lo que este personaje requiere… Y ya está: actuando vacila en la exageración, tanto cuando va de chico bueno como cuando va de tipo duro… Que le gusta gritar cuando se pone nervioso nos ha quedado claro, pero nosotros, como espectadores inteligentes que somos, no nos lo creemos.

El cazador cazado... o no....

Me interesa destacar la Myra de Marisa Segovia, la esposa de Sidney: un papel más o menos breve, pero fundamental en la narración de la primera parte (obviamente no se puede contar por qué), que está interpretado con toda la veracidad que requiere. Seguramente la mejor de los cinco.

A María Garralón le toca el personaje cómico de la vidente alemana que empieza a presentir que en esa casa se va a armar la de Dios es Cristo… como siempre, nadie le hace caso… Está adecuadamente simpática, sin caer en el histrionismo fácil, y cumple su función de relajar la tensión: que esta tensión no siempre se esté creando como debería no es su problema… Rafael Esteban cumple como el abogado de Sidney, un papel más breve y sin sustancia, pero que, como todos, tiene su peso en el resultado final de la historia.

"Veo dolor, mucho dolor..."

La dirección escénica de Fernández Montesinos es adecuadamente dinámica en la primera parte pero decae (como toda la obra en sí), en la segunda, más estática….

Con todo, el mayor problema de este espectáculo de 2h15, no radica tanto en los actores, sino en el texto en sí. Un texto que es, como digo en el titular, una gran ‘Trampa Argumental’. Y es que hacer buen teatro de intriga es muuuuy difícil.

Nota: 2 / 5

«Trampa Mortal», de Ira Levin. Con Francisco Valladares, Alejandro Navamuel, Marisa Segovia, María Garralón y Rafael Esteban. Dirección: Ángel Fernández Montesinos. TXALO PRODUCCIONES.

31 de Julio de 2010 en el Teatro Rosalía de Castro, A Coruña

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